Memoria

Juventud y memoria, de Luda Merino

Creo que lo justo es que primero me presente, y lo haré como siempre lo he hecho al hablar de mi labor para con las víctimas del fascismo: Me llamo Luda Merino, soy estudiante universitaria, republicana, defensora de los derechos humanos y administradora del proyecto «Restaurando su Dignidad», en el que restauro fotografías de víctimas del fascismo (ya sea dentro o fuera de España). El proyecto nació hace aproximadamente un año, aunque la labor la venía desempeñando desde varios meses atrás, más por hobby que por otra cosa.

La base del proyecto es muy sencilla: Muchas personas alrededor de Europa (a nivel real es donde me centro, víctimas de los nazis y los franquistas) tienen familiares que fueron asesinados y de los cuales solo conservan una fotografía a veces rota y desgastada por el paso de los años. Y yo, usando mis conocimientos de Photoshop, restauro dichas fotografías. Pero es curioso que, teniendo un proyecto de esta índole, las preguntas más repetidas no son sobre el proyecto en sí, sino sobre mí, más concretamente sobre mi edad. Tengo 21 años, 20 tenía al empezar el proyecto y 18 cuando restauré las primeras fotografías. No hay exposición, congreso, llamada o directo donde no me pregunten lo mismo: Siendo tú tan joven… ¿Cómo es que te dio por hacer esto? De esto precisamente va este breve escrito que realizo a petición de Juan González Mesa: de Memoria Histórica y Juventud.

Para entender cómo he acabado aquí metida hay que retrotraerse a 2019. En junio de ese año mi generación tenía que hacer la famosa PAU, EBAU o como cada cual decida nombrarla. Y tras una horita repasando literatura salí a la Feria del Libro de Madrid. El Retiro me pilla al lado de casa y es siempre un buen lugar para despejarse. Allí comenzó todo, porque allí conocí a Carlos Hernández de Miguel, periodista y autor que ese mismo año había escrito el libro de Los campos de concentración de Franco. Unos años antes había publicado también el de Los últimos españoles de Mauthausen. Yo ya había escuchado oír hablar a ese hombre y dio la casualidad de que me lo encontré allí firmando libros. Le dije que me hacía ilusión enviarle un modelo 3D que había hecho de la puerta de Auschwitz (modelo que hice por un «no hay huevos» con un amigo y que, como dato curioso, luego usaron los de Netlix en un documental sin pedirme permiso y sin ni siquiera mencionar mi autoría en los créditos), y él me dio su correo. Pero como al enviárselo no respondía decidí hacerme Twitter, publicarlo y etiquetarle. Al final, como debía de aburrirme mucho, aparte de la puerta de Auschwitz me hice también las de Sachsenhausen, Buchenwald, Mauthausen y hasta la de Camposancos (un campo de concentración español), pero lo importante es que ya tenía mi cuenta personal de Twitter. No sé bien cómo siguió la cosa. En algún punto gracias a que Carlos Hernández me empezó a seguir, otras tantas personas relacionadas con el tema de Memoria empezaron a seguirme también, entre las cuales está mi querida Pilar, sobrina de un deportado de Mauthausen.

En mi cuenta personal no hice gran cosa, pero empecé a seguir a cuentas que más adelante serían de gran relevancia, como la de la ARMH o la del Museo de Auschwitz. A veces veía como personas a las que seguía ponían fotos de su carné de la ARMH. Era gente que colaboraba económicamente con ellos y que mostraban su ilusión por poder aportar su granito de arena. Pero claro, yo tenía 18 años y no podía aportar mucho en ese sentido, así que siempre se me quedaba una sensación interna de querer ayudar, pero no poder precisamente por ser joven y no tener curro siquiera porque acababa de empezar la carrera.

Gregorio Mencía Brum, Teruel, pena de muerte conmutada por 30 años de prisión

Y siguió pasando el tiempo. Y un día vi una publicación de la cuenta del Museo de Auschwitz. Era la foto de una niña, una bebé de origen judío que los nazis se habían cargado tras la «Selección» nada más llegar al campo. La fotografía estaba deteriorada, así que decidí entrar en Photoshop, restaurarla y dejarla como comentario en la cuenta del museo. Y así, sin saberlo, había empezado en cierto modo el proyecto que hasta 2021 no arrancaría de forma oficial. Restauré más fotos, la mayoría del mismo campo, y un día me crucé con una foto de un represaliado de España y me dio también por restaurarla. Eso fue en la época en que estábamos todos encerrados en casa, ya que yo no salí ni una vez de la mía y tenía mucho tiempo libre. Y así se quedó la cosa durante meses. Un conocido que hice por Twitter me pedía a veces restauraciones de fotos que luego colgaba en 15MPedia, y yo gustosamente se las hacía y se las entregaba. Aún a día de hoy siguen ahí subidas. Hasta septiembre de 2021 no me dio por abrir por fin una cuenta destinada a lo que en realidad ya llevaba haciendo un puñado de meses.

Maestros y alumnos en la escuela judía de Sirvintos, Lituania, asesinados en el bosque de Pivonija

Debo aclarar que cuando abrí la cuenta no me esperaba la reacción que tuvo la gente ni de lejos. Sabía que tendría cierto éxito porque nadie había hecho nada similar en España, pero no me imaginaba hacer exposiciones, tener entrevistas y ganar más de 50.000 seguidores en un año (de hecho, no calculaba más de 10.000). Al principio tuve un pequeño impulso de Miércoles Republicano (@MiercolesRepubl, unos colaboradores habituales) y del propio Carlos Hernández, pero el resto ocurrió solo. Y así hasta la actualidad. No hubo un proyecto meticulosamente pensado ni una organización como algunos se creen aún a día de hoy. Todo ocurrió fortuitamente, por decisiones improvisadas. Ahora bien, muchos seguirán con la pregunta en la cabeza: «¿A quién tienes tú represaliado? ¿Por qué has acabado metida en este berenjenal?»

Dov Imre Berkovits , 12 años, Asesinado en Auschwitz

La respuesta es tan corta como simple, y ya hace tiempo reflexioné sobre ella en una charla en Usera: No tengo a nadie represaliado. Mi familia es de pueblo de toda la vida y lo más interesante que ocurrió en ese pueblo es algún vecino que luchó en la División Azul posiblemente para evitar represalias. Ni mis abuelos ni mucho menos mi madre o sus hermanos fueron represaliados. Esto lo hago porque quiero, porque me parece justo. Esto siempre causa bastante shock. Parece que la gente me mira raro por haberme metido en esto sin guardar relación directa con la historia de mi vida o de mi familia. En Usera, precisamente a colación de esto último les hice una pregunta a los que estaban allí: «¿Ustedes tienen a alguien asesinado por una banda terrorista? ETA, ISIS, GRAPO, Al Qaeda… me valen igual.» Y la respuesta de todos (por suerte) fue que no, como ya me esperaba. «Pero ustedes… Están de acuerdo conmigo en que poner bombas, atropellar a civiles o tirotear a gente está mal, ¿verdad? Están profundamente en contra del terrorismo y apoyan que se hagan homenajes en favor de las víctimas y se repare su dolor en la medida de lo posible, ¿no?». «Claro, obviamente», me dijeron.

«¿Y por qué? Si ninguno de ustedes tiene a alguien asesinado por un terrorista.»

Creo que la reflexión es clara: No hace falta tener a nadie en tu familia para saber lo que es justo y lo que no lo es. Reconozco que estoy en esto en parte por hobby, y siempre bromeo con ello, pero todos sabemos que si fuera solo por afición restauraría fotografías de pasajeros del Titanic (mi gran pasión) o de mi familia en vez de prisioneros de campos de concentración. Lo hago porque creo que es justo, por eso también me niego a cobrar a las familias que me hacen los encargos. Actualmente vivimos en un momento en el que parece que la labor memorialista depende solo de los afectados por la dictadura, pero eso es un tremendo error. No todos conocemos a mujeres maltratadas por sus parejas o discriminadas por razón de su sexo, pero la mayoría de la sociedad está a favor de la igualdad de género. Esto es similar. Creo que debería de existir una suerte de conciencia colectiva, pero eso, claro está, depende de la educación.

Vamos ahora con el tema de los jóvenes. ¿Qué podemos hacer nosotros?

Veréis, cuando en 2019 veía a la gente mostrando su carnet de la ARMH reconozco que me daba algo de «envidia». Quería poder colaborar, pero no puedo ponerme a donar cuando ni siquiera gano dinero porque tengo la misma vida laboral que cierto político muy español y mucho español. Tampoco sabía por dónde ayudar. No soy arqueóloga, no puedo ayudar a exhumar fosas, por ejemplo, ni soy guía turística para ir a hablar de la historia de algún campo de concentración a la gente. Mi carrera y todo lo que sé va en la línea de las artes gráficas, y fue por ahí por donde encontré cómo ayudar. Creo que todos podemos hacer algo. O sea, miradme: que soy una chavala de 21 años con un ordenador y Photoshop. Si con tan poco puedo ayudar, seguro que cualquier persona es capaz.

Else Abt, superviviente de Gross-Rosen, Mauthausen, Bergen-Belsen y Buchenwald

Y no hacen falta grandes gestos. ¿Sabéis como «contribuía» yo al principio a que la gente supiese de la existencia de los campos de concentración franquistas? Simplemente diciéndole datos a la gente que me rodeaba. Cuando iba con mi madre, tía, padrino, quien fuese, a cualquier sitio, yo buscaba el campo más cercano y les decía de coña: «Oye, puedes pasar la noche en [insertar edificio, un antiguo campo]». Entonces les picaba la curiosidad y les contaba cosas sobre el lugar. Una vez en Santander fuimos a tomar algo a un bar y le dije a mi madre: «Te acabas de tomar una caña en un antiguo campo de concentración.»

Mira si habré dado la turra con el tema que mi madre se sabe cerca de 20 campos, y eso por no hablar de que a veces le cuento datos curiosos en general sobre historias peculiares. «Mira mamá, esta señora se llamaba Neus Catalá y saboteaba a los nazis cazando moscas y metiéndolas en los cartuchos de bala», y le enseñaba una foto de Neus.

Y así continuamente. A mi familia, amigos, conocidos en general… Si se trata de concienciar a la gente, la herramienta más poderosa que tenemos es el conocimiento. Saber lo que hicieron los fascistas para evitar que la historia se repita es clave, para mayores y jóvenes. Dar a conocer ese conocimiento a aquellos que no disponen de él es una muy buena forma de contribuir a la preservación de la memoria de aquellos que sufrieron las represalias del fascismo.

Twitter: @RestaurandoDign

Web: restaurandosudignidad.es

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